lunes, 2 de abril de 2012

Fanfic

estrenando la nueva sección de Fanfic por fa necesitamos su ayuda si tiene algún fanfic que quieran compartir con tod@s no duden en escribirnos que enseguida lo publicaremos.
Este Fic no me pertenece..
Autor: Luna Pierce

Take Away The Pain

—Gracias, Caroline –dije cuando el auto de mi amiga frenó en la puerta de mi casa y abrí la puerta para bajarme.
—Elena ¿Estás bien?
—Tú sabes esa respuesta, Car. Gracias por traerme.
—¿En serio no quieres que me quede? No es lo mejor que estés sola ahora.
—Necesito estarlo. No quiero saber nada del mundo.
—Si necesitas algo solo llama, estaré aquí en un minuto.
—Gracias de nuevo, Car.
—No hay por qué. Te quiero, tonta.
—También yo.
Sin mayores despedidas, bajé del coche y me dirigí rápidamente hacia mi casa. Decir que había sido un día agotador era poco… Intenté evitar cualquier pensamiento mientras me dirigía arriba para ducharme, me sentía terriblemente sola y el silencio presionaba en mis oídos más fuerte de lo que lo harían mil gritos juntos. Subí las escaleras lentamente y dejé caer mis cosas en la puerta de mi habitación, cuando entré al bañó abrí la ducha para que el agua corriera y el baño se calentara un poco con el vapor; mientras tanto, no pude evitar dirigirme a la habitación de mis padres. La puerta cerrada hacía tantos meses aún resultaba intimidante pero esta vez no me importó la sensación de vacío que me generaba y la abrí con cuidado. Dentro de la habitación todo parecía ser parte de otro mundo, había una ligera capa de polvo cubriendo los muebles y el perfume de mi madre lo impregnaba todo. Jenna y yo deberíamos haber recogido las cosas de mis padres el verano que murieron pero era tan difícil que lo único que pudimos hacer fue un pacto silencioso para dejar la puerta cerrada y fingir que olvidábamos, pero nunca pudimos hacerlo. Ahora Jenna tampoco estaba, ni Jeremy. Estaba completamente sola.
Me acerqué lentamente a la cama matrimonial que tantas noches me había protegido de las pesadillas cuando era niña y me senté en el lado donde mi madre dormía siempre, en su mesa de noche aún descansaba una fotografía en la que Jeremy y yo sonreíamos bajo la nieve, él no debería haber tenido más de seis años y yo nueve o diez. Era una fotografía preciosa que por alguna extraña razón había sido siempre la favorita de mi madre. Con los ojos llenos de lágrimas la tomé entre mis manos y la acerqué a mi pecho, no había nadie más conmigo. Porque eso es lo que hacía: alejar a las personas que me querían, tal vez me merecía estar sola.
Mis padres habían muerto por irme a buscar de una fiesta, Jenna y John habían muerto por mi culpa, Jeremy se alejó por mí, alejé a Bonnie, a Ric, a Damon… era como si todo lo que pudiera hacer en la vida fuese empujar a las personas que me querian, lastimarlos, alejarlos de mí. Quizás por eso merecía estar sola.
Antes de derrumbarme en llanto, besé la fotografía y la dejé de vuelta en su lugar para salir rápidamente cerrando la puerta a mi espalda. Siempre hacía eso: cuando el dolor comenzaba a pesar demasiado huía de él, pero no siempre podía.
Traté de poner la mente en blanco mientras me desvestía en el baño y luego me metí debajo del chorro de agua tibia dejando que esta se llevara aunque sea por un momento las preocupaciones y el dolor. Mientras me duchaba, le di rienda suelta a las lágrimas que desbordaban mis ojos; después de todo, nadie las vería allí y cuando terminé me envolví con una enorme toalla blanca mientras me secaba el cabello con otra. No me puse otra cosa que mi ropa interior y luego enredé de nuevo la toalla a mi alrededor. Cuando entré en mi habitación vacía no pude evitar pensar en todas las veces que Damon se había aparecido asustándome en alguna de sus visitas nocturnas y en lo mucho que llevaba sin hacerlo. Casi deseaba que al voltear estuviera ahí porque había algo en su presencia que me daba paz, una paz que no conocía sin él y que desde el baile en la mansión Mikaelson me faltaba todos los días. ¿Cómo había podido permitir que él se alejara de mí? ¿Cómo lo había lastimado de aquella forma otra vez? Había varias preguntas sin respuesta, pero la que más me asustaba era una sola: ¿esa pelea duraría para siempre?
Cuando vi mi cama deshecha y con todas las almohadas esperándome ni siquiera se me cruzó por la cabeza cambiarme y simplemente dejé caer la toalla al piso para meterme entre las mantas de mi cómoda y solitaria cama. Me acurruqué entre las sábanas abrazándome a mi misma y como si fuera un acto mecánico me forcé a conjurar una imagen de Stefan cuando cerré los ojos pero en ese momento me sorprendí a mi misma de que no eran sus brazos los que quería sentir a mi alrededor, no quería que fuera él quien me salvara de la oscura y solitaria noche; anhelaba otras caricias, otros labios. Quería que fuera Damon. Las palabras de Stefan se repitieron en mi mente como una bofetada: “hablo del hecho de que también estás enamorada de Damon.” ¿Es que acaso podría estarlo?
Stefan había sido todo para mí, había sido el único hombre del que realmente me enamoré y todo fue mágico. Un día lo conocí, al siguiente lo necesitaba y sin poder llegar ni a pestañar ya estaba enamorada y no podía concebir la vida sin él, pero de hecho lo hice. Durante meses Stefan despareció de mi vida y sobreviví pero pasar estos últimos días distanciada de Damon porque el orgullo de ambos era demasiado fuerte me estaba matando lentamente, muchísimo más de lo que lo había hecho la falta de Stefan durante todo el verano.
Pero no podía ser amor. Lo que Damon y yo teníamos no podía llegar a ser amor, de ninguna manera.
Suspiré intentando quitar así todos los pensamientos de mi mente y enterré mi cabeza en la almohada esperando que el sueño viniera y me arrastrara hacia un mundo sin problemas donde podía dormir en paz. Pero el sueño no vino con la rapidez con la que esperaba y cuando volteé en la cama para intentar encontrar una posición más cómoda lo encontré. Primero pensé que en realidad estaba dormida y que él no era nada más que un producto de mi imaginación pero cuando sentí el cosquilleo tan real de las yemas de sus dedos acariciando mi mejilla supe que en serio estaba ahí y aparté rápidamente su mano de mi rostro.
—Damon… –murmuré con la respiración acelerada por el susto– ¿Qué haces aquí?
—Quizás puedes mentirte a ti misma cuando Stefan te pregunta que sientes en realidad, Elena. Pero no puedes hacerlo conmigo.
Por un momento me quedé en blanco sin tener idea a que se refería hasta que al final comprendí que hablaba de mi conversación con Stefan antes de irme, seguramente él la había escuchado. Quise levantarme para escapar de las explicaciones de nuevo pero el momento que pasé sin reaccionar le dio a él la ventaja que necesitaba y antes de poder levantarme sentí sus manos apresando mi cintura y de repente encontré su rostro a escasos milímetros del mío mirándome con esos ojos que eran capaces de derrumbarme.
—Da…Damon no… –supliqué con la voz entrecortada sin poder evitar que mi corazón se acelerara al sentirlo tan cerca.
—Te amo. Y no importa que me digas que tú amas a mi hermano y que siempre será él mil veces; sé que no es cierto, Elena. Puedo sentirlo, puedo sentir como cada vez que me acerco a ti tu corazón se acelera y sé que esto está mal pero no puedo quitarte de mi cabeza. Créeme que lo he intentado –sonrió irónicamente mientras yo continuaba muda, absorta en sus palabras– Pero nada funcionó, siempre es tu rostro el que veo cuando cierro los ojos no importa lo mucho que intente evitarlo.
Sentía que todo mi mundo había desaparecido, el dolor que me invadía hasta hacía algunos minutos parecía escurrirse fuera de mi sistema con la rapidez del viento. Todo dejaba de tener importancia cuando él estaba a mi alrededor.
Intenté abrir la boca para decirle algo pero las palabras se pisaron solas y no pude forzar ningún sonido entendible a través de mis labios, en cambio sabía que él aún tenía algo para decirme. Antes de continuar me acercó hacia su cuerpo como si pesara menos que una pluma y mis mejillas se tiñeron de rojo al recordar que estaba en ropa interior debajo de las sábanas pero cualquier sentimiento de vergüenza se esfumó cuando sentí la calidez de su cuerpo inundando mi piel a través de la ropa que el llevaba puesta.
—Me cansé de la culpa, me cansé de querer hacer las cosas bien, de no poder estar contigo como quiero solo porque mi hermano te tuvo primero. Quizás puedas engañarlo a él, Elena pero sabes que conmigo es diferente. No puedes mentir sobre lo que hay entre nosotros.
—Damon yo…
Pero antes de que pudiera conjugar una frase con algún tipo de sentido sentí sus labios sobre los míos anulando cualquier tipo de pensamiento y reduciéndome a nada más que un puñado de sensaciones. El contacto de sus labios sobre los míos se sentía como la más dulce de las descargas eléctricas y como si la mismísima fuerza de la gravedad me arrastrara hacia él no pude evitar enredarme en su cuerpo mientras me besaba cada vez con más intensidad explorando cada parte de mí y llevándose algo que supe que no recuperaría jamás. Mis manos viajaron por propia voluntad hacia sus hombros peleando por deshacerse de su chaqueta de cuero mientras él inclinaba la cabeza para profundizar el beso. Nunca había sentido algo tan intenso en mi vida, nunca había necesitado a alguien tan urgentemente como lo necesitaba a él en ese momento.
Fue Damon quien se apartó cuando notó que me estaba quedándo sin aire y me miró a los ojos.
—Ahora dime que no sientes nada, dime que esto no significó nada para ti y que tu corazón no late más rápido de lo que jamás lo ha hecho. Miénteme.
—No puedo –las palabras se deslizaron en mis labios débilmente y sin ningún tipo de autorización de la misma manera que mi cuerpo se apretó más contra él en un intento de retenerlo para siempre–. Bésame –supliqué sin poder evitarlo y pude ver la sonrisa de Damon dibujándose en su rostro.
Él presionó mi cuerpo contra el suyo desde mi cintura y dejó que sus labios chocaran con los míos. Me besó con urgencia mientras yo llevaba las manos a su cabello evitando que se apartara de mí. Nuestras lenguas danzaban desesperadas por el contacto que tanto tiempo habíamos pasado necesitando y en ese momento, cuando sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, supe que no podría sobrevivir sin él. No pude evitar soltar un gemido ante lo bien que se sentía su beso y sus caricias en mi piel desnuda pero había algo dentro de mí que deseaba más, un hambre incontenible que me empujaba hacia su cuerpo con más intensidad que la gravedad que me mantenía atada a la superficie. Sentí que sus manos se perdieron acariciando mis piernas entre beso y beso mientras las mías viajaban desesperadas hacia los botones de su camisa que desabroché con la mayor rapidez posible. No era dueña de mis propias acciones, ni siquiera era consciente de ellas; simplemente dejaba que aquella fuerza desconocida poseyera mi cuerpo llevándome hacia lo único que deseaba en el mundo, a lo que más necesitaba en ese momento: él.
—Eres tan hermosa –susurró en mi oído provocando que un estremecimiento recorriera mi espalda de punta a punta haciéndome temblar en sus brazos.
Terminé de deshacerme de su camisa mientras sentía como sus caricias se esparcían desde mi espalda hasta los hombros y luego comenzaba a rozar mis pechos a través de la tela del sostén, otro gemido abandonó mis labios y me acerqué a él tanto como me fue posible sintiendo el contacto con cada uno de los músculos de su pecho desnudo mientras mis manos se perdían en su espalda.
Debería tener miedo, algo dentro de mí debería decirme que parara pero nada de eso sucedía, en cambio, las sensaciones me arrastraban cada vez más cerca de él haciendo imposible la posibilidad de alejarme de su lado.
Sus manos regresaron a mi espalda acariciándome con cuidado mientras una se dedicaba a jugar con el broche del sujetador. Nuestras respiraciones estaban cada vez más agitadas y a pesar del clima helado la temperatura de la habitación aumentaba más a cada momento. Desabroché torpemente la hebilla de su cinturón y, con su ayuda, me deshice de sus pantalones antes de poder llegar a pensarlo.
—Damon… –gemí su nombre enredándome a su alrededor como si pudiera fundirme con él y desaparecer para siempre. Sus labios, que en ese momento besaban mi hombro, se separaron de mi piel y me miró a los ojos con la mirada brillante y oscurecida por el deseo.
—¿Puedes sentirlo? Esa fuerza, esa necesidad. Puedo equivocarme, pero si eso no es amor entonces no sé que puede serlo.
—Sí –dije llevando mis manos a su nuca–. Sí lo siento… por favor, no me dejes.
—Nunca.
Era tan simple como respirar: no podía vivir sin Damon y me costaba creer lo mucho que me había llevado darme cuenta de eso.
—Ahora eres mía para siempre —dijo inclinándose para besar mis labios y yo sonreí.
—Para siempre —concluí con seguridad y lo abracé sintiéndome completa y absolutamente feliz y a salvo por primera vez en mi vida.


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